Llevo tiempo queriendo quitarme lastres, creencias y limitaciones.
Porque todos tenemos:
Algo que nos da miedo.
Algo que no sabemos hacer.
Algo que queremos lograr.
Hace muchos años, tuve un desengaño amistoso que condicionó todos los aspectos de mi vida y me volví desconfiada, e incluso más prudente y reservada. Tuvo que pasar mucho tiempo hasta que me atreví a pedir ayuda, creía que no la necesitaba. Me daba miedo que otros juzgaran mi valor y fuera cierto que no valía nada, no quería mostrarme vulnerable, no quería que nadie pensara que no sabía hacer las cosas por mí misma y desenvolverme sola.
Tras un intenso y brutal camino en soledad de introspección empecé a quitarme capas como una cebolla y la venda de los ojos fue desprendiéndose. Y empecé a invertir en mí (autocuidado) eligiendo cuidadosamente a las personas que me darían la mano para seguir creciendo.
Quería y quiero muchas cosas que he comprendido no puedo hacer sola. En el recorrido de la vida, se llega más lejos acompañada que en soledad.
Estamos aquí para ser felices, aprender y disfrutar del camino.
Por eso ahora acepto y celebro no saber y hacer de todo (dicho sea de paso, es imposible) En mi mano está elegir por donde quiero seguir explorando. Y elijo hacerlo con distintas personas que me enriquezcan cada una en su ámbito y también en la generalidad de la vida, porque cuando nos relacionamos con personas que en cierta manera nos están enseñando el camino, se aprende en ambas direcciones, porque también les damos una parte de nosotras en ese intercambio, y lo llamo feeling mágico.
No tengas miedo ni pudor a mostrarte perdida, vulnerable o con dudas.
HAZ UNA PEQUEÑA LISTA de las cosas que no sabes y quieres aprender, de las cosas que no haces y quieres hacer.
Busca a la persona que ha de acompañarte, una amiga, un mentor… Habla de ello y déjate empapar.
Agosto es un gran mes para llevar una libreta contigo y desde la playa o la montaña pensar en ello.
Haz que cada día cuente. Y regálate el tiempo que mereces para pensar en ti.