Voy a intentar “vomitar” lo que quiero decir sin tener que releer o cambiar nada. Quiero hacerlo así porque me he dado cuenta de una cosa*, bueno de varias y siento mucha pena de que haya sido así, pero imagino que con el paso de los años o los meses “entenderé” el motivo o me entenderé más a mí.
En mi libro hay una reflexión de mi madre que me acompaña mucho últimamente como si fuera un susurro constante.
“El cuerpo y la mente son sabios, entierran recuerdos para que dejemos de sufrir y podamos enfrentarnos a la vida sin resentimiento”
(PUNTO DE INFLEXIÓN) El miércoles fue el sexto cumpleaños de Leo, mi hijo mayor. Me empiezo a considerar una madre más madura o consciente (¿AHORA?, Sí ahora!). Hablando esa mañana con mi mejor amiga, y buscando en el móvil fotos de enero 2018, y encontrando a Leo recien nacido, volví a ese momento TAN DURO, tan difícil, tan doloroso, y que “por suerte” o por lo que decía mi madre, no recordaba.
Di a luz CREYENDO que al parir mi intuición me guiaría sabiamente para cuidar bien a mi bebé. Pero pasó casi lo contrario.
Me desconecté de mí y mi cuerpo literal, como quien corta un cable y no supe hacer lo correcto, no lo veía. No me dí cuenta pero mi precioso Leo no estaba cogiendo peso, estaba perdiéndolo. En fin, esas semanas y esa hostia de realidad que nos llevó una semana al hospital cuando tenía 3 semanas de vida, “no las olvidaré jamás”, aunque sí que lo había enterrado bien en el fondo porque siento, o he sentido una culpabilidad HORRIBLE.
El caso es que además de esas fotos de recién nacido también busqué la última que tuviéramos juntos y solos, Leo y yo. Del verano de 2022, cuando lo tenía todo y no lo sabía.
Miro esa foto donde Leo me abraza y sonríe tan bonito, que no puedo evitar emocionarme. Y ahora mientras tecleo, me pasa lo mismo.
Le decía a mi mejor amiga esa mañana que miraba a Leo y sentía cosas que no había sentido antes o no con tanta intensidad.
¿Que sientes? me preguntó.
Responsabilidad y Vértigo.
Me doy cuenta que los dos primeros años los pasé demasiado ocupada en que nada cambiara demasiado de la vida que tenía antes. Disfrutando de cómo crecía y de todos los hitos que se iban cumpliendo, pero sin exprimirlo intensamente. (No sé que quiere decir eso, pero así lo siento)
Lo que quiero ahora a Leo no es comparable con lo que le quise al nacer. Ahora es infinito, le conozco tanto, y ese amor que dicen sientes cuando nacen, yo lo voy sintiendo cada vez más fuerte conforme crece, compartimos y le veo sonreir.
Cuando miraba esa foto, sentí vértigo porque es como cuando ves una foto de ti misma cuando eras pequeña y te das cuenta de lo afortunado que eras, lo tenías todo, no te faltaba de nada, eras feliz, y nunca te habían hecho daño, y piensas justo en ese momento de la foto.
Cuando Leo cumplió 3 años, ya estaban aquí los mellizos.
De un plumazo Leo sufrió un gran cambio, y nosotros como padres también, pero nosotros “lo buscamos” y somos adultos.
Leo ha tenido un gran cambio en su vida que quizá no hemos sabido acompañar. Siempre hay una sombra que se llama culpa, con la que tienes que convivir.
Cuando nacieron los mellizos mi maternidad múltiple empezó a llamarse supervivencia.
Y cuando no sabes gestionar algo o te asustas porque es demasiado grande, por momentos huyes.
Yo huí, por supervivencia. Empecé a emprender. Empecé a coger aire de fuera para poder afrontar lo que había dentro de casa. Y aunque quizá ahora haría las cosas diferentes, es lo que necesité, lo que me ha llevado a ser quien soy y a este momento de mi vida.
Los 3 años siguientes han sido los peores de mi vida, a pesar de que mi familia es lo más importante para mí, es demasiado duro afrontarlo.
Leo, Izan, Luca, Oliver lo mejor de mi vida, pero…
He necesitado 6 años para darme cuenta más profundamente de todo lo que significa ser madre. De la enormísima responsabilidad que tengo y tendremos siempre, pero especialmente estos primeros años donde TU ERES SU TODO y donde ya empiezan a vivir por si mismos, y tu puedes estar cerca para verlo. Empiezan a sentir, a forjar su propia personalidad, a gestar sus propios logros, a decepcionarse, a hacer amigos importantes.
Pienso que nos fustigamos mucho en aquellos momentos donde estamos a mil cosas (puta vida productiva y puto tiempo limitado) y perdemos los nervios con ellos; no está bien, pero no podemos evitar ciertas cosas, solo trabajarlas.
Me doy cuenta que es muy importante ESTAR, mostrar que te importan, aunque a veces no puedas evitar pensar en otra cosa.
Me doy cuenta que lo estamos haciendo lo mejor posible y cada día un poco mejor aunque creamos que no. El amor y la responsabilidad por ellos crece cada día y cada día es una nueva oportunidad para estrecharlos, animarlos, arroparlos, y reconfortarnos a nosotras mismas por ese gran trabajo que hacemos.
Ser madre es apasionante, duro y arriesgado, porque siempre pensarás que lo podrías hacer mejor, pero no seamos tan duras con nosotras mismas.
Ser madre me ha ayudado a ser mejor hija aunque no lo suficiente. Me doy cuenta que por más “fallos” que haya podido cometer mi madre conmigo o “no haber estado” por tener que trabajar, yo no lo recuerdo. Es más, ni lo recuerdo, ni jamás le reprocharía nada, todo lo contrario.
Yo solo recuerdo TODO LO BUENO, y es que, no me cabe duda que fue bueno todo lo que me dio e hizo por mí, SIEMPRE. Cada día de su vida, cada decisión que tomó.
SIEMPRE ESTUVO AHÍ. Siempre me dio los mejores consejos, siempre me hizo sitio en su cama o en su casa, siempre me apoyó en todo.
Y eso, es lo que yo intento. Lo que todas intentamos, lo que todas conseguimos por el solo hecho de ser madres que queremos a nuestros hijos.
Creo que es la primera newsletter que empiezo y termino llorando. Que bien sienta sentirse libre de SENTIR y SOLTAR.
Me doy cuenta de tantas cosas que tengo contenidas y que no dejo salir, que ojalá en otro libro pueda hacerlo.
Espero que este Reflexiona + te sirva, te ayude o te inspire. Si viene a tu mente alguna mujer que necesite leer algo así hoy, reenvíaselo, me encantará que lo hagas.
Gracias por “reaccionar” y así saber que te ha gustado.